jueves, 4 de junio de 2009

El mar.

Algo más simple…
No había sentido jamás la inmensa paz que produce el sonido del mar, el golpear las olas con el agua plana que escurre en retroceso, la blandura con la que se desliza entre la arena… simplemente cierro los ojos, y me dejo abrasar por la banda de sonidos de olas dispersas que se alejan y se acercan en una misma frecuencia.

Si podemos desarrollar esta sensación, buscar más allá aun, de lo que nos cuentan, encontraremos algo maravilloso…
En mi caso sentí en mi interior una armonía que no sentía desde mi niñez, una protección tan grande, de que nada podía ocurrirme, estaba bajo las manos de la gloria eterna de Dios, un momento en el que ningún pensamiento invadió mi quietud, por que ya no era yo, sino la textura del agua, el viento y la vibración del sonido entre cada lugar que me rodeaba, las gaviotas, la espuma….

Descubrí cuando se alejaba y acercaba cada ola… es más o menos así…

La dirección de aguas que se agitan en alguna forma sin sentido… para allá, para acá, como miles de hamacas meciéndose, hamacas que cuelgan algunas de lianas tan largas, tan largas que su recorrido no acaba sino por el ruido de la caída de otra de esas olas.

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